El "gran día" en que os iniciareis en los más profundos y dulces secretos de la naturaleza...: el conocimiento de vuestro cuerpo; del amor que es capaz de ofeecer y del que se siente en condiciones de recibir...
Es también el día más difícil en la existencia de un ser humano; aquel en el que descubriréis si sois capaces de hacer disfrutar a vuestra pareja, y si ella os hace disfrutar a vosotros de ese don tan preciado que nos han concedido los dioses y que es el placer del amor entre un hombre y una mujer.
-Hizo una larga pausa, en la que recorrió con la vista el grupo, y se le advertía feliz por ellos, orgulloso de ellos, casi tembloroso con ellos-. Mucho es el daño físico y espritual que este día puede causaros. Mucha es la huella, para bien o para mal, que lo que ocurra hoy dejará en vosotros para el resto de vuestras vidas, y grave peligro correríais, si quien os iniciara en estos secretos no os amara lo necesario y no tuviera con vosotros la suficiente paciencia, delicadeza y ternura...
-Extendió la mano y de entre los asistentes se alzaron un grupo de hombres y mujeres; los más acicalados, los más felices; los más nerviosos también-. Por eso es por lo que los dioses de los Fangké dicidieron en el inicio de los tiempos que fuera el padre el que inicara a la hija y la madre la que iniciara al hijo, porque nadie en este mundo será más tierno, paciente y delicado que quien lo engendró, ni nadie tendrá por él más amor que quien le cuidó desde el primer día de su vida...
Los que tenían que conducirles a la vida y enseñarles como desenvolverse en ella, están enseñándoles esta noche lo más importante y los están convirtiendo, después de tantos cuidados, en auténticos hombres y mujeres... -Hizo una pausa y el tono de su voz cambió, se hizo más grave, más imperativo-. Pero a partir de esta noche -continuó- el hombre será hombre, y la mujer, mujer; ya lo sabrá todo y será libre de escoger su camino para siempre... Los dioses maldicen la unión de seres de la misma sangre, que tan sólo engendra seres de sangre enferma... Amanecerá un nuevo día en el que el padre tan sólo podrá ser para siempre padre, y la madre, madre...
¡Y caigan todos los castigos de los cielos sobre quienes ensucien con un pensamiento impuro la Sagrada Ceremonia de la Iniciación...!
Fragmento del libro Marfil, de Alberto Vázquez Figueroa