jueves, 19 de noviembre de 2009

Señor Bendice

Señor, bendice mis manos
para que sean delicadas y sepan tomar
sin jamás aprisionar,
que sepan dar sin calcular
y tengan la fuerza de bendecir y consolar

Señor, bendice mis ojos
para que sepan ver la necesidad
y no olviden nunca lo que a nadie deslumbra
que vean detrás de la superficie
para que los demás se sientan felices
por mi modo de mirarles

Señor, bendice mis oídos
para que perciban muy claramente
el grito de los afligidos
que sepan quedarse sordos
al ruido inútil y la palabrería
pero no a las voces que llaman
y piden que las oigan y comprendan
aunque turben mi comodidad

Señor, bendice mi boca
para que no diga nada que hiera o destruya,
que solo pronuncie palabras que alivian,
que nunca traicione confidencias y secretos,
que consiga despertar sonrisas

Señor, bendice mi corazón
para que sepa dar calor y refugio,
que sea generoso en perdonar y comprender
y aprenda a compartir dolor y alegría
con un gran amor.




Muchas veces he utilizado la dinámica de hacer una lectura entre todos y quedarnos con la frase o párrafo que más nos ha gustado. De esta oración me quedo con el bendice mi boca para que nunca hiera a nadie con mis palabras (hablo demasiado) y sepa guardar secretos (ya que me encanta que me los cuenten.

Vosotros, ¿ Con cuál os quedais?

2 comentarios:

Ligia dijo...

Pues creo que también me quedo con ese párrafo. Y no porque hable mucho, sino para que me siga dando el don de las palabras exactas. Y no para que guarde los secretos (creo que soy una persona en la que se puede confiar), sino para que me sean devueltas las sonrisas que he perdido a lo largo de estos años.
Buen trabajo. Abrazos

Velvetina dijo...

Yo también elijo la bendición de mi boca, porque las palabras pueden ser una dulce caricia o un dañino puñal… Y puedo asegurarlo por experiencia propia.

No suelo hablar mucho, aunque por mis letras pueda parecer lo contrario, pero en ocasiones no he sabido ser coherente con lo que he dicho y con mis actos. Aunque, como de todo se aprende, ahora sé observar más que gritar o escuchar antes que hablar, ¡te aseguro que es mucho más placentero!.

Sé guardar un secreto. ¡Bueno!, uno, dos, tres o los que hagan falta… Y si alguna vez corro como loca a contar una historia es porque sé que producirá mucha alegría a quienes la van a escuchar. Eso sí, con el previo permiso de su protagonista para que mi boca no me vuelva a convertirse en una protagonista traicionera.

Me gustan “las lecturas compartidas”, ¡que lo sepas!. ¿Repetimos?

Un abrazo inmenso que te llegará navegando por el mar…

Velvetina